martes, 9 de junio de 2009

Rincón de Psicología

Sigmund Freud y el Psicoanálisis

Sigmund Freud (1856-1939), neurólogo vienés, llegó a desilusionarse de la incapacidad de su profesión para explicar y tratar con efectividad diversos tipos de síntomas, como la parálisis de un miembro o la pérdida de la memoria. Realizó una serie de estudios clínicos de los que concluyó que era necesaria la anatomía de la vida psicológica del individuo. Se hizo especialista en el tratamiento de problemas del sistema nervioso, especialmente los trastornos neuróticos.

En los últimos años del siglo XIX, un caso de una joven que padecía de histeria desde que su padre contrajera una enfermedad mortal y cuyos síntomas desaparecían cuando lograba evocar bajo hipnosis las circunstancias en que habían surgido, hizo inferir a Freud que existía un poder en los recuerdos inconscientes y en las emociones reprimidas. Durante el resto de su carrera, Freud se dedicó al estudio de los acontacimientos intrapsíquicos a través de lo que llamó terapia de conversación o psicoterapia en pacientes por lo general adultos.

Freud planteaba que toda la conducta está determinada, a fin de cuentas, por la dotación instintiva del individuo.

A comienzos del siglo XX, Freud sugirió una serie de teorías a las que llamó psicoanalíticas -nombre general para todas sus ideas acerca de la personalidad, la anormalidad y el tratamiento-, las cuales parten de la premisa de que la mente estaría formada por tres sistemas: el consciente (al que pertenecen los aspectos de la vida mental común); el preconsciente (los contenidos mentales de nivel inconsciente, pero muy fáciles de llevar al consciente) y el incosciente (los contenidos mentales que son muy difíciles de llevar al plano consciente). Poco después, Freud revisó su teoría y las tres divisiones principales del sistema psíquico se convirtieron en el ID o ELLO -las fuerzas del instinto-, el SUPEREGO o SUPERYO -las fuerzas morales que rigen nuestra conducta- y el YO -el equilibrio entre las dos anteriores, que nos permite usufructuar de los instintos dentro de pautas conductuales razonables-.

Según la teoría psicoanalítica, el período de la niñez tiene especial importancia en la transformación del yo. El niño, al nacer, está dotado de pulsiones instintivas (deseos) que constantemente buscan satisfacción. Al principio el infante no posee la capacidad necesaria para demorar, controlar o modificar estas pulsiones; dicha capacidad la desarrollará gradualmente.

Freud daba gran importancia a la sexualidad, factor que equivale a la búsqueda total que el organismo hace de placer y satisfacción. La libido representa el suministro de energía psíquica, o nivel de pulsión del organismo. La evolución libidinal ha sido descrita como una sucesión de fases caracterizada por el predominio de una zona erógena y por un modo de relacionarse con los demás.

La no solución del problema genera ansiedad, vale decir un estado anímico que enturbia la buena comprensión de la realidad y aflige la persona pudiendo llegar al extremo de alterar el sistema nervioso y la conducta. Normalmente vivimos con muchas posibilidades de sufrir ansiedad y el organismo, o más bien la mente, trata de eliminarla creando los llamados mecanismos de defensa, tales como la negación o la represión.

Todas las teorías anteriores desembocan en el psicoanálisis, el procedimiento ideado por Freud para averiguar el origen y la intensidad del problema psicológico que pudiera presentar una persona y cuyas causas se encuentran escondidas en el inconsciente o, muchas veces, en el subconsciente. En este último caso es más fácil el tratamiento. Cuando las raíces del problema -por ejemplo una neurosis que se viene reconociendo por conductas patológicas, fracasos en la vida sexual, inhibiciones y diversos tipos de trastorno- están en el inconsciente, entonces el tratamiento psicoanalítico se vuelve muy largo y a veces dura años. En efecto, se trata de que la persona reconozca el origen de su problema, lo enfrente y lo elimine o se acomode a él.

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